El lunes por la mañana, realicé una encuesta en plataformas de medios sociales como Twitter, LinkedIn y Substack para medir las expectativas ante la próxima reunión entre el presidente de China, Xi Jinping, y su homólogo estadounidense, Joe Biden, que se celebrará en Bali a última hora del día.
Tal y como se esperaba, casi la mitad de los encuestados en todas las plataformas creían que la cumbre, la primera conversación cara a cara entre los principales líderes en cinco años, no iba a producir ningún resultado concreto.
Antes de la reunión, los funcionarios estadounidenses también restaron importancia a cualquier esperanza de progreso tangible entre las dos potencias mundiales.
De hecho, cuando las expectativas eran tan bajas, el resultado de la reunión podría superarlas fácilmente.
Eso es exactamente lo que ha ocurrido tras sus tres horas de conversaciones, ya que tanto Xi como Biden se comprometieron a trabajar juntos para reconducir la relación bilateral. Al fin y al cabo, hay un progreso tangible. Ambos líderes han decidido reanudar las conversaciones sobre el cambio climático, el alivio de la deuda, la salud y la seguridad alimentaria. El Secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, visitará pronto Pekín para dar seguimiento a sus discusiones.
Comparando los resúmenes de la reunión de ambas partes, Pekín parece estar más satisfecho.
Mientras que la Casa Blanca se limitó a calificar la charla de “sincera”, Wang Yi, ministro de Asuntos Exteriores de China, describió la reunión no sólo como “sincera” sino también como “profunda, constructiva y estratégica”.
Biden pareció decidido a mantener el rumbo actual de competir “vigorosamente” con China, pero también reiteró que esta competencia no debe derivar en un conflicto y que ambas partes deben gestionar la competencia de forma responsable y mantener líneas de comunicación abiertas.
Xi parecía haber tomado la senda del éxito y expresó su descontento con el énfasis de Biden en la competencia, argumentando que los lazos bilaterales deberían definirse por el diálogo y la cooperación en la que todos ganen, y no por la confrontación y la competencia de suma cero.
Eso es exactamente lo que ha ocurrido tras sus tres horas de conversaciones, ya que tanto Xi como Biden se comprometieron a trabajar juntos para reconducir la relación bilateral
Según la escueta declaración de la Casa Blanca, Biden ha planteado su preocupación por Xinjiang, Tíbet y Hong Kong, y por los derechos humanos en general. En particular, planteó las objeciones de Estados Unidos a “las acciones coercitivas y cada vez más agresivas de China hacia Taiwán” y a las prácticas económicas no comerciales de China.
En comparación, Xi se mostró más directo y contundente a la hora de abordar las preocupaciones de Estados Unidos con mayor detalle y claridad.
Dejó claro que la cuestión de Taiwán se encuentra en el centro de los intereses fundamentales de China y es la primera línea roja que no debe cruzarse en las relaciones bilaterales.
Xi también defendió con firmeza el modelo de gobierno autoritario de China, sus propios valores y su sistema socialista. Incluso dijo que “nos sentimos muy orgullosos” de la democracia de estilo chino conocida como “la democracia popular de todo el proceso”.
Curiosamente, también abordó por primera vez el debate en curso sobre “democracia frente a autoritarismo”, desestimando la narrativa por no representar la tendencia de los tiempos.
En general, la parte china pareció sugerir que la cumbre había logrado los resultados deseados, tal y como Wang describió: “profundizar en las comunicaciones, declarar las intenciones, trazar líneas rojas, prevenir conflictos, establecer direcciones y explorar la cooperación”.
Tras la cumbre, Biden dijo en una rueda de prensa que no encontró a Xi más confrontativo ni más conciliador, pero también sugirió que China estaba dispuesta a comprometerse en varios temas.
De hecho, tras los últimos cambios en el liderazgo de China, en los que Xi se aseguró un tercer mandato como jefe del partido y llenó el santuario interior con sus aliados, Pekín pretendía que la cumbre Xi-Biden fuera una señal definitiva de que China volvía a la escena internacional después de haberse aislado del resto del mundo durante los últimos tres años debido a las restricciones de Covid.
En ese sentido, tanto Pekín como Washington parecían dispuestos a poner un suelo bajo el empeoramiento de los lazos y evitar que los dos países se dirigieran a una nueva guerra fría o a una guerra caliente por Taiwán.
Dejó claro que la cuestión de Taiwán se encuentra en el centro de los intereses fundamentales de China y es la primera línea roja que no debe cruzarse en las relaciones bilaterales
Ya en 2019, cuando di una charla a un grupo de inversores en Hong Kong, sugerí que la trayectoria futura de las relaciones entre China y Estados Unidos se caracterizaría por la alternancia de periodos de lucha y de conversación (打打谈谈, 谈谈打打). Así parece que se han desarrollado los lazos bilaterales. Desde que Biden se convirtió en presidente en enero de 2021, Estados Unidos y China han estado luchando entre sí en muchos frentes. Ahora lo más probable es que ambos países se dirijan a un periodo de tregua incómoda antes de que se produzca otro estallido.
Corresponde a los líderes de los dos países aprovechar al máximo el periodo de paz y asegurarse de que dure más tiempo centrándose en el fomento de unos lazos económicos más fuertes y de los intercambios entre personas, así como trabajando en los retos transnacionales, como el cambio climático, la salud y la seguridad alimentaria.
Artículo republicado del medio Thought of the Day on China en el marco de un acuerdo entre ambas partes para compartir contenido. Link al artículo original: https://wangxiangwei.substack.com/p/xi-biden-summit-china-and-us-likely?r=zvkv&utm_medium=ios&utm_campaign=post
Ex editor en jefe del South China Morning Post (SCMP). Tiene una maestría en periodismo y una licenciatura en inglés. Durante 20 años se desempeñó en el China Daily y fue corresponsal de la BBC China. Ahora reside en Beijing como asesor editorial del SCMP.