El pasado jueves 3 de noviembre, Imran Khan, ex primer ministro de Pakistán, sufrió un intento de asesinato en la ciudad de Lahore. El político y famoso exjugador de cricket recibió varios balazos en su pierna mientras se encontraba en un contenedor junto con otros miembros del partido político Pakistan Tehreek-i-Insaf (PTI), en una marcha organizada desde hacía varios días.
Algunos simpatizantes de dicho partido resultaron heridos y dos personas fallecieron, en un hecho cuyo autor señala haber actuado de modo independiente. El ex mandatario se recupera del atentado y acusó por este gravísimo hecho al gobierno actual pakistaní. En abril pasado, Khan había sido desplazado de su cargo como primer ministro con una moción de censura por la Asamblea Nacional y acusó a fuerzas extranjeras –particularmente a Estados Unidos– de haber complotado para que ello sucediera.
No obstante lo señalado, el gobierno de Khan había perdido legitimidad interna dada su mala situación económica y la retórica antinorteamericana, que le hizo perder a Khan el apoyo del ejército, sin el cual es muy difícil gobernar en Pakistán. Sin embargo, el exmandatario había tenido buenas relaciones con Estados Unidos al inicio, permitiéndole operar como base militar y en rigor, se beneficiaban mutuamente. Es cierto que durante su gobierno, Khan trató de dar un giro respecto a su relación con Estados Unidos, entendiendo por ello ir hacia una mayor independencia.
Empero, lo hizo cuando los estadounidenses se habían retirado de Afganistán y el Talibán estaba retomando el país, es decir que eligió el peor momento para buscar una mayor autonomía. Como sucesor en el cargo de primer ministro fue electo Shehbaz Sharif, líder de la oposición en la Asamblea Nacional de Pakistán durante el gobierno de Imran Khan, quien efectivamente es más cercano a la política estadounidense.
Por su parte, Khan encontraba inicialmente su base política principalmente en las clases más desfavorecidas y en la juventud. Sin embargo, en los últimos tiempos ha aumentado su apoyo en los sectores propios de la clase media urbana y la elite militar, lo que preocupa al oficialismo. En las últimas semanas fue inhabilitado para ejercer cargos públicos por cinco años, a lo cual se suma la imposibilidad de presentarse como candidato.
Es innegable que esta decisión judicial consistió en un artilugio deliberado para excluirlo de la escena política, influido por los altos índices de corrupción que presenta Pakistán. No obstante, aún convaleciente, el ex primer ministro continúa organizando marchas en los distintos puntos del país, en un movimiento político que ene por objetivo seguir generando apoyo para lograr el anticipo de las elecciones y volver al gobierno.
Esta circunstancia, sumada al atentado sufrido hace algunas semanas, revela que la inestabilidad continuará en el país y el apoyo de sus seguidores podría aumentar aún más, además de su popularidad en los sectores medios urbanos y castrenses.
Artículo republicado del Boletín del Comité de Asuntos Asiáticos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) con autorización de las autoridades correspondientes. Link al boletín: http://cari.org.ar/pdf/boletin_asia8.pdf