Tras 55 días de la primera ronda de negociaciones diplomáticas en Ginebra, el ingreso de tropas de Rusia a territorio de Ucrania y las explosiones en distintas ciudades, incluidas Lviv, Mariupol, Kramatorsk y la capital ucraniana Kiev en el contexto de “una operación militar especial”, han creado el mayor colapso al orden europeo desde la caída de la URSS. Esta disputa estratégica está enmarcada entre la expansión de la OTAN a las fronteras de Rusia y la influencia del Kremlin en Europa del Este.
En este contexto, ante el reconocimiento de la independencia de la República Popular de Donetsk, la República Popular de Lugansk y la posterior la acción militar en el territorio ucraniano, la respuesta del presidente de los Estados Unidos fue la autorización para desplegar más tropas estadounidenses en Europa y la aplicación, junto a los 27 países de la Unión Europea (UE), de sanciones con consecuencias masivas y severas, en los sectores financiero, de energía y de transportes, entre otras.
La expansión de la OTAN
En 1991 con la caída de la URSS la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) estaba conformada por 15 países, hoy en 2022 la integran 30 países, es decir que en tres décadas la organización duplicó su membresía extendiendo su influencia en el espacio postsoviético.
La OTAN, liderada por Estados Unidos, fue ampliando su presencia en Polonia, frontera oeste de Ucrania; Estonia, Letonia y Lituania exrepúblicas soviéticas, al occidente de Rusia. Además, ha incrementado sus defensas en la región del Mar Negro, cerca de Bulgaria y Rumania. La lógica geopolítica de la organización apunta a que la expansión siga hacia el este de Europa, los Balcanes y el Cáucaso, acciones disruptivas que no han ayudado a la distensión con Rusia, en especial la instalación del escudo antimisiles. En este contexto, Ucrania aspira a ser miembro de la OTAN desde 2008, pero Moscú exige prohibir que el país se una a la Alianza Atlántica por considerarlo un acto hostil a sus intereses nacionales.
La OTAN, liderada por Estados Unidos, fue ampliando su presencia en Polonia, frontera oeste de Ucrania; Estonia, Letonia y Lituania exrepúblicas soviéticas, al occidente de Rusia
En perspectiva histórica, la conducta estratégica de Washington y sus aliados ensaya respuestas que reproducen aquellas con las que se afrontaron los problemas estratégicos propios de la Guerra Fría, cuando se fortaleció el despliegue militar norteamericano en Europa para disuadir a la URSS de cualquier intento de alterar el equilibrio regional y se tomaron las medidas para concentrar las capacidades necesarias para responder a una guerra limitada en Europa Central.
La influencia de la Federación Rusa en Europa del Este
El modelo de conducción estratégico-nacional de la Administración Rusa apuntó al propósito de contribuir a los objetivos de la estrategia de seguridad nacional interviniendo política y militarmente en los llamados “conflictos congelados” más allá de sus fronteras. Durante las últimas tres décadas, Rusia ha respaldado un régimen prorruso en la región disidente de Moldavia, Transnistria. En 2008, lanzó una invasión convencional en Georgia en apoyo de los gobiernos separatistas de Osetia del Sur y Abjasia, dos provincias con gran población de habla rusa.
En 2014, anexó la península de Crimea y desde entonces ha respaldado a los secesionistas en las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk en la Región del Donbass, cuya independencia proclamada inicialmente en un referéndum, acaba de ser reconocida por el Kremlin. Actualmente, la invasión de tropas rusas a territorio ucraniano con ataques militares desde el norte, el este y el sur, se concreta precisamente cuando el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas estaba reunido de emergencia para analizar la situación en la región. En un mensaje televisivo el presidente Putin justificó la operación con el objetivo de “desmilitarizar” y “desnazificar” a Ucrania, diciendo que no le habían dejado otra opción. “Crearon tales riesgos en el ámbito de la seguridad que era imposible reaccionar de otra manera”, expresó.
Análisis de la estrategia militar de la Federación Rusa (Liminal Warfare)
La guerra liminal es una opción estratégica que basa su éxito en el “riesgo calculado” de la reacción del oponente, responde plenamente a la teoría del conflicto limitado y a la consecución de objetivos a través de etapas intermedias (David Kilcullen, “Los dragones y las serpientes: cómo el resto aprendió a luchar contra el oeste”).
La guerra liminal es una opción estratégica que basa su éxito en el “riesgo calculado” de la reacción del oponente
Este modelo fue empleado por los estrategas rusos en Georgia en 2008, y en Donbass y Crimea en 2014. Implica una gradación de operaciones clandestinas, encubiertas y guerra especial hasta llegar al umbral de detección por parte del adversario luego del cual se pasa a la acción militar directa. En la reciente “operación militar” de Rusia en Ucrania, este umbral fue alcanzado el 22 de febrero con el reconocimiento de la independencia de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, lo que operacionalmente marca el principio de “decisión” y permite a Moscú pasar a la acción directa para luego negociar desde una posición de fuerza con Occidente.
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En este sentido, el Center for Strategic & International Studies (CSIS) publicó un estudio especializado de supuestos escenarios en el caso que Rusia decidiera intervenir en Ucrania, que incluían acciones en tres ejes ofensivos: Norte, Este y Sur, tal como parece estar ocurriendo. Desde un punto de vista militar y siguiendo los conceptos de la guerra liminal rusa descripta, esta acción (directa) podría darse en dos fases: la primera con objetivos limitados ocupando Ucrania hasta el río Dniéper y las ciudades portuarias de Mariúpol, Jersón y Odesa para conectar Rusia con Crimea y Transnistria, y según evolucionen los acontecimientos una segunda fase ocupando toda Ucrania buscando un cambio de gobierno.
Luego, abrir una ventana estratégica de negociación política, facilitada por la reacción de EEUU y la UE (OTAN) que se ajustaron al modelo defensivo de alistamiento y despliegue de fuerzas ligeras en el Báltico y Rumania, y no para intervenir en auxilio de Ucrania.
A pocos días de iniciada la crisis, ante la ruptura del equilibrio regional en Europa se exponen dos modelos alternativos, el de Occidente que plantea una estrategia indirecta, de aislamiento diplomático, bloqueo económico y un rol subsidiario de los medios militares; y la estrategia de la Federación Rusa que plantea la aplicación de un modelo “clausewitziano” de estrategia directa, cuyo curso de acción implica la dinámica de una aplicación progresiva de la fuerza conducente a un escenario de conflicto con desenlace militar que permita el logro de sus objetivos políticos.
Es Doctor en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador, Argentina), Master of Strategic Studies and Defense (China's National Defense University) y Master en Planeamiento Estratégico y Dirección por Objetivos del Instituto Internacional de Estudios Globales para el Desarrollo Humano (España). Asimismo, tiene un tercer Master of Strategic Studies (US National Defense University, Estados Unidos) y es Lic. en Estrategia y Organización del Instituto de Estudios Superiores del Ejército argentino. Asimismo, es miembro del Consejo Asesor Académico de la Facultad del Ejército, es profesor en el doctorado en Defensa de dicha entidad, profesor invitado en la Universidad de Cuyo y de la Universidad Católica de Córdoba, e integra el Consejo Asesor de la Fundación CIEPEI (Centro de Investigación en Estudios Políticos Económicos e Internacionales).