Luego de 12 años sin visitas bilaterales, los líderes de Corea del Sur y Japón rompieron el hielo.
A mediados de marzo, el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, fue a Tokyo para desarrollar una cumbre con homólogo, el primer ministro Fumio Kishida. Este correspondió con una visita oficial a Seúl el 7 de mayo pasado. Durante su visita, Kishida afirmó que “le duele el corazón” cuando piensa en el sufrimiento que causó el gobierno colonial de su país en Corea. Y es que estos países vecinos tienen una larga historia que les une tanto como les separa.
La última discordia ocurrió en agosto de 2019, cuando Japón retiró a Corea del Sur de su “lista blanca” comercial. Allí se encuentran sus más apreciados socios, que gozan de privilegios arancelarios. Corea del Sur (en adelante Corea) era el único país asiático de la lista, siendo el tercer socio comercial de Japón. En 2020 Corea hizo lo propio, sacó a Japón de su “lista blanca”. Como consecuencia, los nuevos aranceles afectaron a materiales para semiconductores (microchips), hoy vitales en la carrera tecnológica. Es decir, dado que los más importantes productores de microchips del mundo son Taiwán y Corea, esta medida tuvo una repercusión mundial.
Japón tomó la decisión como represalia a un fallo del Tribunal Supremo de Corea de 2018, que ordenó una compensación económica para ciudadanos coreanos (o sus herederos) que, durante la ocupación colonial de Japón (1910 – 1945), fueron víctimas de trabajo forzado por empresas niponas. Este es un tema sensible, aunque no el único.
Hacia finales del siglo XIX, bajo el liderazgo del Emperador Mutsuhito (1852 – 1912), conocido como Meiji Tennō, Japón emprendió una reforma radical. Decidió modernizarse, buscando el crecimiento económico suficiente para no caer en dependencia de otros países y ganarse, por mérito propio, el respeto en la escena internacional. La idea era emular a las potencias europeas, particularmente a Gran Bretaña, que poseía aún muchas colonias dispersas por el mundo. Así, Japón decidió que debía tener sus propias colonias. La primera fue la isla de Taiwán, que le arrebató a China en 1895. En 1910 invadió la península coreana, que para entonces era un solo país, regido por el emperador Sunjong, el último de la dinastía Joseon. En efecto, sin la invasión de Japón hoy no existirían dos coreas…
En las nuevas colonias, gobernadas con el rigor y violencia propios de ese contexto, las autoridades japonesas permitieron la esclavización sexual de miles de mujeres coreanas, taiwanesas y filipinas, que fueron encerradas en sórdidos prostíbulos militares. Allí muchas murieron en condiciones humillantes. Otras tantas se suicidaron. Eran las denominadas “mujeres de confort”, de las cuaes existen aún unas cuantas sobrevivientes. Este es un capítulo particularmente sensible en las relaciones de estos países. Para Japón el tema es una verdadera “piedra en el zapato”. En Corea existen organizaciones de activistas que reclaman una compensación y exigen a los gobernantes japoneses una sincera disculpa por estos hechos dolorosos. Desde los años 1990, cada miércoles hay una manifestación en Seúl frente a la Embajada de Japón.
Dependiendo del primer ministro de turno, en Japón ha existido una actitud más o menos propensa a reconocer los hechos y pedir una disculpa. Cuando el fallo del tribunal coreano (2018), gobernaba Shinzo Abe, el conservador de “mano dura” que ocupó por más tiempo el cargo de primer ministro (2006-2007 y 2012-2020). Abe se negaba a pedir perdón explícitamente. Si bien reconocía que hubo coreanas entre las “mujeres de confort”, decía que no existen pruebas de que estas mujeres fuesen coaccionadas, o que el ejército japonés participase en su reclutamiento y encierro. O sea, en la práctica negaba cualquier responsabilidad de Japón.
Es por eso que el fallo del Tribunal coreano le resultó un verdadero agravio. De ahí la represalia comercial de 2019. Abe terminó asesinado en 2022, con un arma de fabricación casera, a manos de un ciudadano japonés que se sentía perjudicado por las abenomics. Eran las políticas económicas que Abe estableció, basadas en el crecimiento del volumen monetario y la desregulación financiera. Si bien al principio las abenomics parecían generar buenos resultados, a la postre disminuyeron el número de empleos fijos, así como el valor adquisitivo de los salarios.
El alejamiento entre Corea y Japón empezó a cambiar gracias a la intervención de un tercero. En mayo de 2022, Joe Biden hizo su primer viaje como presidente al Asia. Fue a Seúl, para reunirse con Yoon, el flamante presidente surcoreano. Allí sellaron millonarios convenios para fortalecer la industria de los microchips. Biden continuó su periplo oficial en Tokio, con la finalidad de “mejorar los vínculos económicos y … lograr resultados prácticos”. El objetivo de fondo de la gira era fomentar la cooperación en la región para frenar el crecimiento de China.
Y es que la prioridad de la agenda internacional para EE.UU. (pese a la guerra en Ucrania) es el Asía-Pacífico. Por ello, si bien Biden no puede visitar oficialmente Taiwán (dado el reconocimiento oficial de “una sola China”), lo hizo en cambio la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi (en agosto); es decir, el tercer cargo más importante de los EE.UU.
Ya en 2023, Kishida y Yoon devolvieron la visita a Washington. En enero, Kishida y Biden reiteraron su apoyo para conservar el statu quo de Taiwán, frente a las pretensiones soberanistas de China, y comprometieron una multimillonaria inversión para asegurar la cadena de suministro de semiconductores. Yoon, por su parte, primero fue a Tokio en marzo, para romper el hielo en las complejas relaciones entre su país y el archipiélago nipón. Poco antes, su gobierno anunció que se creará un fondo para compensar a las víctimas de trabajo forzado de Japón en tiempos coloniales, a través de una fundación pública con sede en Seúl, a cambio del pago directo de las empresas japonesas responsables.
Este deshielo de relaciones no gustó mucho ni a la China de Xi Jinping ni a Corea del Norte, así que Kim Jong-un mandó un mensaje, en forma de misil, al Mar del Este (que se encuentra entre Corea y Japón). No obstante, esta cumbre entre Corea y Japón fue decisiva. Entre otras cosas, ambos países acordaron volver a incluirse en sus “listas blancas”. Sin lugar a duda, una gran noticia para la producción de microchips.
Japón tomó la decisión como represalia a un fallo del Tribunal Supremo de Corea de 2018, que ordenó una compensación económica para ciudadanos coreanos (o sus herederos) que, durante la ocupación colonial de Japón (1910 – 1945), fueron víctimas de trabajo forzado por empresas niponas. Este es un tema sensible, aunque no el único.
Pero China no estaba quieta. Al otro lado del mundo sigue sumando aliados en su estrategia de “La Franja y La Ruta”. Para ello, ofrece a los países que deciden incluirse, jugosos préstamos e inversiones para infraestructura que facilite el flujo de mercancías desde y hacia China. Claro, para ser parte hay que tener relaciones bilaterales con China. El más reciente nuevo socio de China es Honduras. El mismo día que Corea y Japón retomaban su relación bilateral, por medio de Twitter Honduras anunciaba que había decidido iniciar relaciones diplomáticas con el gigante asiático.
El gobierno de Xiomara Castro notificó que “reconoce la existencia de una sola China en el mundo, que el gobierno de la República Popular China es el único legítimo”… y que “Taiwán forma parte inalienable del territorio chino”. Fue una puñalada en la espalda para Taiwán (y para los EE.UU.) El viraje evidentemente tenía que ver con dinero. Poco después el ministro de Asuntos Exteriores de Taiwán, Joseph Wu, informó que Honduras les había solicitado un paquete que incluía 2 mil millones de dólares para reestructurar su deuda externa, 350 millones para una represa y 90 millones para un hospital. Taiwán había ofrecido cooperar (hasta ese momento, Taiwán era uno de los más importantes donantes en el país centroamericano) pero sin llegar a esas cifras. Sin duda los requerimientos fueron asumidos por su nuevo socio, la República Popular China. Castro luego aseveró que hacía esta nueva alianza con la determinación de “expandir las fronteras con libertad en el concierto de las naciones del mundo”… El tiempo lo dirá.
Los líderes de Japón y Estados Unidos acuerdan reforzar la cooperación en tecnología avanzada
Una semana más tarde la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, visitó Guatemala y Belice – dos de los trece países que aún tienen bilaterales con su país – para renovar lazos y compromisos de cooperación. Allí la cancillería guatemalteca declaró que Taiwán es “la única y verdadera China”. De retorno a su país, la presidenta Tsai hizo una importante escala en California, donde se reunió con el presidente de la Cámara de Representantes de EE.UU., Kevin McCarthy. En rueda de prensa, este afirmó que su país compromete su respaldo “decisivo, inquebrantable y bipartidista” para Taiwán. La respuesta de la China comunista no se hizo esperar; advirtió a EE.UU. que está “jugando con fuego” y durante tres días hizo maniobras militares alrededor de Taiwán.
Pocos días después, el 26 de abril, el presidente Yoon llegó a Washington y no pudo evitar cantar American Pie, con un envidiable acento en inglés. Cuesta creer que no haya practicado con rigor coreano la canción y el acento. Canciones aparte, la visita tuvo como objetivo reafirmar la cooperación en la seguridad estratégica regional y complementar los acuerdos en torno a los semiconductores. Luego el premier japonés, Fumio Kishida llegó a Seúl y, con la reconciliación comercial, se aseguró la cadena de suministros de microchips para todos, menos para China.
Este deshielo de relaciones no gustó mucho ni a la China de Xi Jinping ni a Corea del Norte, así que Kim Jong-un mandó un mensaje, en forma de misil, al Mar del Este
Hay que recordar que en octubre de 2022 el gobierno de EE.UU. impuso a todos los actores del sector de los semiconductores que hacen negocios con su país una prohibición de venderle productos y servicios a China. Así que China deberá ingeniárselas para desarrollar semiconductores si aun pretende, como había anunciado, convertirse en el país más desarrollado tecnológicamente antes de 2030. Y no, los semiconductores más avanzados no pueden ser copiados fácilmente. Según expertos, lograr el nivel de los semiconductores que producen Taiwán y Corea, le podría llevar a China casi una década. Desde luego este es motivo adicional para las apetencias de China sobre Taiwán, que, con su gigante TSMC, es en realidad el más importante productor de semiconductores del mundo.
Pese a la trascendencia global de que estos países “hicieran las paces comerciales”, las encuestas demuestran que la mayoría de los surcoreanos estaban en desacuerdo con los esfuerzos de su presidente por reparar los lazos con Japón. De hecho, la aprobación de Yoon cayó en marzo después de su visita a Tokio, pero aumentó a finales de abril, tras la cumbre del American Pie en Washington.
Más allá del vaivén de los termómetros locales de opinión, existe hoy una pugna geopolítica dentro de la cual Corea, Japón y Taiwán, tres países a los cuales les une un pasado que aún escuece, son actores decisivos. Mientras tanto Latinoamérica, cada vez más fragmentada y polarizada, pierde peso en la escena global a pasos agigantados.
Profesor de estudios del Este de Asia en FLACSO-Ecuador. Docente del e-School Program para América Latina de la Korea Foundation. Ha sido investigador visitante en la Universidad de California Los Angeles (UCLA) y en la Universidad de Yonsei (Corea del Sur).
Autor de libros y artículos académicos en sus temas de experticia. Columnista de opinión en Diario La Hora, Ecuador.