
La Resolución Nº 2758 de las Naciones Unidas aprobada en la 26º Asamblea General en octubre de 1971, le restituyó a la República Popular China todos los derechos legítimos ante la ONU y expulsó al representante de Taiwán. A partir de entonces, los 181 países que mantienen relaciones diplomáticas con China reconocen lo establecido por dicha resolución y sostienen que Taiwán, como una provincia de China, no goza del estatus independiente, la autoridad taiwanesa no posee ningún estatus gubernamental y la denominación correspondiente es Taiwán, Provincia de China.
En febrero de 1972, la RPCh y los EEUU bajo la administración de Nixon, emitieron el “comunicado conjunto de Shanghai”, el primero de los “Tres Comunicados” que han servido, durante décadas, de pilares para el desarrollo de la política exterior de Washington hacia la Pekín y Taiwán. En él EEUU reconocía “[…] la existencia de una sola China y que Taiwán es una parte de China […]El Gobierno de Estados Unidos no cuestiona esta posición”, acentuándose el proceso de aislamiento internacional de Taiwán, ya iniciado con su salida de la ONU en 1971.
En 1979, el “Comunicado Conjunto sobre el Establecimiento de Relaciones Diplomáticas” la administración Carter daba reconocimiento a la República Popular China “como el único gobierno legal de China”, y declaró que “el pueblo de Estados Unidos mantendrá relaciones culturales, comerciales y relaciones no oficiales con el pueblo de Taiwán”, suprimiendo además el Acuerdo de Defensa Mutua de 1954 entre Washington y Taipéi. Ese mismo año el congreso norteamericano aprobó la Ley de Relaciones con Taiwán que, entre otras cosas, establece que la política de Estados Unidos es “considerar cualquier esfuerzo para determinar el futuro de Taiwán por medios que no sean pacíficos, incluyendo boicots o embargos, una amenaza para la paz y la seguridad de la zona del Pacífico Occidental y de grave preocupación para los Estados Unidos”. Además, la ley establecía la provisión de armas defensivas a Taiwán, así como mantener los lazos culturales y comerciales entre ambos pueblos.
En ese contexto, el gobierno de la República Popular China dio a conocer un documento denominado el “Mensaje a los compatriotas de Taiwán” (1979) donde expresó su intención de definir pacíficamente la controversia y de respetar el statu quo de la isla, integrándola a la República Popular con un alto grado de autonomía, respetando el sistema capitalista, aunque en el continente se mantuviera el sistema socialista. Asimismo, sostenía la necesidad de establecer negociaciones entre las dos partes sobre la base de los “tres vínculos” (correo, transporte y comercio) y los “cuatro intercambios” (culturales, económicos, técnicos y deportivos).
El tercer “Comunicado Conjunto” del 17 de agosto de 1982, bajo la administración Reagan, sostenía que “la cuestión de Taiwán es un asunto interno de China”; afirmaba que Washington no tenía “ninguna intención de infringir la soberanía y la integridad territorial de China, ni de interferir en los asuntos internos de China, ni de perseguir una política de “dos Chinas” o “una China, un Taiwán”; asimismo se comprometía a “reducir gradualmente su venta de armas a Taiwán, para llegar, con el tiempo, a una resolución definitiva” .
Posteriormente, ese mismo día, el gobierno de EEUU dio a conocer a Taiwán las “seis garantías” de su compromiso con la isla: “no ha acordado consultar con la RPCh sobre la venta de armas a Taiwán; no desempeñará ningún papel de mediación entre Taipéi y Pekín; no ha aceptado revisar la Ley de Relaciones con Taiwán; no ha modificado su posición respecto a la soberanía sobre Taiwán; y no ejercerá presión sobre Taiwán para que inicie negociaciones con la RPCh”.
En 1990, la RPCh y Taiwán establecieron organismos encargados de apoyar el mejoramiento de las relaciones, como ser la Fundación para el Intercambio del Estrecho de Taiwán (FES) y en 1991 el organismo chino análogo, denominado Asociación para las Relaciones a través del Estrecho de Taiwán (ARATS), destinada a coadyuvar a la reunificación pacífica bajo la forma de “un país, dos sistemas”. En este marco, el presidente Jiang Zemin emitió la “Declaración de los Ocho Puntos”, presentando las reglas básicas para unas relaciones productivas a través del estrecho.
Sin embargo, este escenario se vio afectado durante la administración Clinton que en 1994 publicó la “Revisión de la Política de Taiwán”, que reconfiguraba la postura de EEUU hacia la isla. Entre otras cosas, establecía que enviaría agencias económicas y técnicas de alto nivel, se conformó la Oficina de Representación Económica y Cultural de Taipéi (TECRO), y se autorizó a los funcionarios taiwaneses a transitar por Estados Unidos “de acuerdo con la seguridad y la comodidad y conveniencia”. Posteriormente, en 1995, la visita a EEUU de Lee Teng-hui trajo consigo una fuerte reacción de la RPCh que interpretó que ello sobrepasaba la relación no oficial entre Washington y Taipéi, y derivó en el lanzamiento de misiles en aguas cercanas a Taiwán. En 1996, antes de las primeras elecciones presidenciales en la isla, la RPCh realizó nuevos ejercicios militares y disparos de misiles, lo cual derivó en el envío de portaaviones estadounidenses a la zona y un fuerte aumento de la tensión, en lo que se llamó “la tercera crisis del Estrecho de Taiwán”.
Las rearticulaciones estratégicas ante un nuevo paradigma en el sistema internacional
En 1998, tras la crisis, la administración Clinton articuló lo que se conoce como los como los “Tres No” cuando anunció: “no apoyamos la independencia de Taiwán, o dos chinas; o un Taiwán-una China, y no creemos que Taiwán deba ser miembro de ninguna organización para la que la condición de Estado sea un requisito”. A principio del año 2000, la RPCh publicó su propio “Libro Blanco sobre las relaciones con Taiwán” en el expresaba que Taiwán formaba parte inalienable del territorio de China, no reconocía su existencia como una entidad política distinta. El documento inducía a Taiwán a aceptar el principio de “una sola China”, planteaba la necesidad de negociar la reunificación bajo plazos definidos y amenazaba con el uso de la fuerza ante cualquier intento de independencia o ante la ocupación de Taiwán por un país extranjero, con una clara referencia a EEUU. Además, el triunfo en la isla del Partido Democrático Progresista (PDP), que aboga por la independencia, tensionó aún más las relaciones entre ambos lados del estrecho.
En 1979, EN el “Comunicado Conjunto sobre el Establecimiento de Relaciones Diplomáticas” la administración Carter daba reconocimiento a la República Popular China “como el único gobierno legal de China”
En 2001, la administración Bush reconoció públicamente la importancia de Taiwán como socio comercial de EEUU y como proveedor de tecnología de la información del mundo. En enero de 2002, Taiwán entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC) con el nombre de Territorio Aduanero Separado de Taiwán, Penghu, Kinmen y Matsu con el fundamento que la pertenencia a la mencionada organización no está limitada a las naciones. En 2005, la RPCh aprobó la Ley Antisecesión, que estipula que solo hay una China en el mundo, que la soberanía y la integridad territorial de China no admiten divisiones y que en determinadas circunstancias y de ser necesario se permite el empleo de “medios no pacíficos” para impedir la independencia de Taiwán.
En 2011, la Administración Obama anuncia la “estrategia de reequilibrio o pivote asiático”, como una rearticulación de la política exterior estadounidense desde las cuestiones de seguridad y terrorismo –propias de la administración Bush– hacia las económicas y globales. El pivote incluyó, en el plano de la estrategia militar, un redespliegue de fuerzas expedicionarias de Oriente Medio al Indo-pacífico en una reformulación y una actualización del liderazgo de Estados Unidos y en un intento de contener a China mediante la acumulación de fuerzas castrenses provocativas en cercanía de Taiwán.

Por su parte, en 2012, el 18º Congreso Nacional del PCCh bajo el liderazgo de Xi Jinping, estableció una directriz general y un programa de acción para la reunificación nacional y desarrolló su política general para resolver la cuestión de Taiwán en la nueva era. En 2015, la Ley de Seguridad Nacional, adoptada en la 15ª reunión del Comité Permanente estipuló con claridad que la soberanía y la integridad territorial de China no toleran violaciones ni separaciones y es el deber común de todos los ciudadanos chinos, incluidos los compatriotas de Hong Kong, Macao y Taiwán. En 2017, en el XIX Congreso Nacional el Partido Comunista afirmó la política básica de defender el concepto “Un País, Dos Sistemas” enfatizando la resolución de nunca permitir que ninguna persona, organización o partido político, en ningún momento ni en cualquier forma, intente separar cualquier parte del territorio de China.
La administración Trump aumentó el apoyo militar de Estados Unidos a Taiwán firmó la Ley de Autorización de la Defensa Nacional para el año fiscal 2017, que alentaba a la Secretaría de Defensa a llevar a cabo un programa de intercambios de militares de alto rango”; la Ley de Viajes a Taiwán de 2018 que permite que funcionarios estadounidenses viajen a Taiwán para reunirse con sus pares de ese territorio facilitar las relaciones mutuas a todos los niveles; y la Ley de Asignación Integral del Año Fiscal 2021, que contiene la cláusula de la llamada “Ley de Garantía de Taiwán 2020” que aboga por la normalización de las ventas de armas del gobierno estadounidense a Taiwán y amenaza con apoyar la participación de la isla en muchas organizaciones internacionales importantes. Estas medidas dañaron gravemente los lazos entre China y Estados Unidos por ser consideradas violatorias al principio de ‘una sola China’, la base política de la relación entre ambas potencias.
En enero de 2019, al cumplirse el 40 aniversario de la publicación del Mensaje a los compatriotas en Taiwán, el presidente Xi dirigió un discurso en el cual insistió con poner en marcha políticas para promover el desarrollo pacífico de las relaciones entre ambos lados del Estrecho y la reunificación pacífica de China en el marco del rejuvenecimiento de la gran nación, así como buscar una solución de Dos Sistemas a la cuestión de Taiwán y hacer esfuerzos creativos para una mayor integración del desarrollo a través del Estrecho.
En 2011, la Administración Obama anuncia la “estrategia de reequilibrio o pivote asiático”, como una rearticulación de la política exterior estadounidense desde las cuestiones de seguridad y terrorismo
En agosto del 2022, bajo la administración Biden, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitó Taiwán y se convirtió en la funcionaria estadounidense de mayor rango en 25 años en visitar la isla. Si bien el presidente Biden sostuvo que no hay ningún cambio en la antigua “política de una sola China” de Estados Unidos, la visita provocó un aumento de tensiones entre ambas potencias. En este contexto, la RPCh reaccionó con la realización de maniobras alrededor de Taiwán y con la prohibición de importación de productos de más de un centenar de empresas taiwanesas de los sectores de la alimentación, agricultura y pesca.
A modo de síntesis, la relación entre Estados Unidos y China determinará en gran medida el carácter de este siglo. El desafío para ambas potencias será perseguir sus intereses y objetivos, a menudo divergentes, evitando que se produzca una confrontación directa lo cual pondrá aprueba las habilidades diplomáticas de ambos gobiernos. Durante las últimas décadas, la diplomacia respaldada por la disuasión militar ha mantenido la estabilidad en el estrecho. Estados Unidos, a través de su política de una sola China, conservó las relaciones diplomáticas oficiales con ésta, pero al mismo tiempo construyó una fuerte relación no oficial con Taiwán aplicando la conocida “ambigüedad estratégica”, proveyéndole material bélico a la par que disuadía a la isla de buscar la independencia.
China, por su parte, basa sus relaciones diplomáticas con el resto de los países en el principio globalmente reconocido de una sola China, que significa precisamente eso: China no hay más que una, y esta incluye Taiwán; otorga primacía a la “reunificación pacífica” como “una misión histórica del Partido” aunque no descarta el uso de la fuerza como último recurso para hacer valer sus históricos derechos.