La cumbre que conmemoraba los treinta años del Mercosur tuvo muchas repercusiones, pero no estrictamente por lo que se esperaba. El encuentro, que pretendía rendir tributo al proceso de integración regional integrado plenamente por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, se vio eclipsado por el intercambio entre Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou relacionado a la manifestación del gobernante uruguayo sobre la necesidad de flexibilizar el bloque (con la mirada puesta en Asia) y la posterior invitación del presidente argentino a bajarse del barco.
Más allá del futuro del proceso de la integración regional, lo interesante es ver que motiva a Uruguay a sacar estos planteos a la luz. Mientras que por este lado del mundo seguimos discutiendo sobre qué tan necesario es negociar con otras economías, muchos otros países han continuado avanzando con sus negociaciones internacionales, entre las que podemos destacar la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés) integrada por los países de la ASEAN junto a China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, o el TPP-11 con algunas figuritas repetidas como Australia, Japón, Nueva Zelanda, Malasia, Singapur y Vietnam, pero también algunos más cercanos como Chile, Perú o México y Canadá.
Para hablar en términos bien rioplatenses, el partido del comercio internacional se siguió jugando en otras canchas, mientras que nosotros no hacemos más que seguirlo por TV. El no ser proactivos en nuestra agenda externa, también tiene un costo de oportunidad que no estamos ponderando correctamente, especialmente cuando nuestros competidores si han avanzado en cerrar acuerdos con los principales centros de consumo.
Del documento presentado para flexibilizar el Mercosur, además de la rebaja del arancel externo común (principal interés de Brasil), se desprende la posibilidad de habilitar negociaciones individuales por parte de los integrantes con el fin de dotar de mayor pragmatismo a la inserción internacional.
A su vez, se plantean los escenarios que debería incluir el plan de negociaciones del bloque, en donde no solo se mencionan aquellos países con los que ya hay una mesa de negociación establecida (Corea, Canadá, Singapur, Israel y el Líbano), sino que también resaltan aquellos con los que acordó iniciar negociaciones (o en donde hay al menos un dialogo exploratorio) como Indonesia, Vietnam y países de Centro América.
Se enumeran también mercados con los que se podría iniciar contactos para establecer el interés de negociar en donde se menciona a Estados Unidos, China, Japón, Reino Unido, India, la Unión Económica Euro-asiática, el Consejo de Cooperación del Golfo, Turquía, Nigeria, Tailandia y Malasia.
Como se puede distinguir claramente, de los países que son explícitamente especificados, la mayoría pertenecen al continente asiático. Esto tiene que ver con las tasas de crecimientos de muchos de estos países, el surgimiento de una nueva clase media dispuesta a consumir y que trae aparejados cambios en sus hábitos de consumo (especialmente los alimenticios, lo que representa una buena noticia para nosotros), y una mayor apertura al comercio internacional reflejada en el incremento en el peso que muchos de estos países han tenido en el comercio internacional, especialmente de China.
El rol predominante que juega Beijing en el escenario internacional no admite discusión y eso se ve reflejado en su creciente presencia por este lado del mundo. Al igual que lo que sucede con otros países de Latinoamérica, China es hoy el principal socio comercial de Uruguay, superando Brasil y muy por delante de Argentina.
A su vez, no se puede dejar de mencionar que Uruguay es uno de los primeros países en la región en firmar un memorándum de entendimiento para la cooperación en el marco de la Franja y la Ruta, uno de los grandes planes de Xi Jinping en materia de política exterior. Tiempo después, Uruguay ingresó al Banco Asiático de Inversión y Desarrollo, uno de los principales mecanismos creado para financiar el mega proyecto chino.
Esto de intentar estrechar las relaciones comerciales con China no es algo nuevo para el país oriental. En un pasado no tan lejano la posibilidad de avanzar en un estudio de factibilidad para la negociación de un tratado de libre comercio entre Uruguay y China se robó la atención de todos cuando en el 2016 el ex presidente Tabaré Vázquez lo anunció tras una visita a su par en Bejing. Recientemente, el embajador de China en Uruguay, Wang Gang, se reunió con el actual presidente Luís Lacalle Pou y volvió a poner el asunto sobre la mesa.
Lo recién mencionado muestra que el interés de diversificar la agenda externa es un interés real (y para nada nuevo) por parte del más pequeño del bloque. El mismo nace de poder acceder con preferencias arancelarias a los mercados a los que realmente exporta, en un contexto en donde el comercio intra-bloque cae para Uruguay.
Según un estudio realizado por el Instituto de Negocios Internaciones de la Universidad Católica del Uruguay, en el 2020 solo el 22% de las colocaciones en exterior se hicieron a países con acuerdos comerciales. Ese mismo año, China representó el 25% de las exportaciones (sin considerar lo que se vendió mediante las Zonas Francas).
La política comercial de Uruguay necesita tener un enfoque más pragmático y que responda a los intereses de la estructura productiva de su país, y es ahí es en donde se debería ponderar correctamente a China y a sus vecinos para ver las oportunidades que ofrecen. Esto no quita que los demás miembros del Mercosur tengan que tomar las mismas medidas.
Una forma de contemplar las asimetrías estructurales que acompañan al bloque es permitir que cada uno avance al ritmo que le sea posible. Tampoco implica que todo lo alcanzado en otros aspectos de la vida doméstica se tire por la borda. Al contrario, esa agenda debe seguir viva. Pero también debemos tener la capacidad de poder apostar por otros puertos y destinos si así lo quiere alguno de los miembros, y no condenarnos a estar constantemente intentando navegar contra la corriente.
Es licenciada Negocios Internacionales e Integración (UCU), con un posgrado en Estudios Internacionales (UDELAR). Actualmente cursando la Maestría en Relaciones Internacionales (UNLP). Además es directora de los Programas Académicos en Negocios Internacionales e Integración y Gestión Logística de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay. Es asimismo investigadora en el Departamento de Negocios Internacionales e Integración de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y docente en la Licenciatura en Negocios Internacionales e Integración en las materias Proyecto Internacional, Acuerdos Comerciales y OMC y Entorno Global de los Negocios.