Las disfunciones propias del sistema internacional se traducen en amenazas asimétricas, difusión de la inseguridad y proyectos de dominación encapsulados en nuevas políticas de poder que explican la transición de las variables geopolíticas dentro del sistema global dando lugar a la aparición de nuevos paradigmas.
Así una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, la Conferencia de Potsdam (1945) marcó el comienzo de una transición, en la cual la cooperación inicial se fue transformando en conflicto, enmarcada en el Paradigma de la Guerra Fría (1947-1991) como resultante de la conducta estratégica de dos sistemas de poder que se retroalimentaban con las crisis, evitando una guerra total y dirimiendo las diferencias en conflictos sub-nucleares en la periferia del sistema. En este período se registra el auge económico de Japón, verificable en las variables de productividad y expansión comercial, que luego fue afectado por un proceso recesivo endógeno, el cual se extendió durante toda la década del ’90 abriendo la puerta al ascenso de China.
La implosión de la URSS en 1991 dio inicio al Paradigma de la Globalización, que actuó en su fase inicial, como eje central integrador del sistema mundial conducente a un capitalismo global y transnacionalizado. Sin embargo, esta tendencia fue alterada por desequilibrios derivados de la dinámica del mercado mundial tales como las crisis financieras globalizadas y la dinámica de conflictos sociales que generaron un escenario de fragmentación con fracturas culturales y económicas profundas dando paso a procesos de integración de bloques comerciales y monetarios.
De forma análoga, durante este período se sucedieron acontecimientos que impactaron en la estructura del sistema internacional. La acción militar de la OTAN contra Yugoslavia–Serbia (bajo el liderazgo de los EEUU) constituyó la primera manifestación geopolítica de la tendencia hacia un escenario de fragmentación que comenzó a revertir el curso de la globalización y cuya política central fue la extensión jurisdiccional de la alianza. Ante ello, la respuesta de la Federación Rusa diseñada por el entonces ministro de Relaciones Exteriores Yevgeny Primakov, apuntó a la conformación de una nueva diplomacia de acercamiento entre Rusia, China e India por un lado, y Rusia y la Unión Europea por el otro, directriz continuada por la primera presidencia de Vladimir Putin en la búsqueda de un sistema de equilibrio ante la preponderancia de los EEUU.
Posteriormente, los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 dieron lugar a la aparición del Paradigma del Nuevo Terrorismo. La respuesta militar de los EEUU, orientada a la disuasión de estas nuevas amenazas, se enmarcó en el concepto de “Defensa Preventiva” y se materializó constituyendo una coalición internacional que inicialmente, atacó Afganistán, para destruir sus bases terroristas y luego invadió Irak, donde además de contribuir a los objetivos de su estrategia de seguridad nacional, capturó su estructura de producción petrolera, lo cual le permitió influir directamente sobre los precios del mercado, como ejercicio de reafirmación hegemónica de facto sobre los grandes competidores en la importación de petróleo, entre ellos, la UE, China y Japón.
El esquema de seguridad internacional entra en otra transición, desde la unipolaridad de EEUU hacia el paradigma de Multipolaridad Competitiva. Autores neo-realistas como Kenneth Waltz (2000, “Structural Realism after the Cold War”) y Barry Buzan (2005, “The Security Dynamics of a 1 + 4 World”) consideran las potenciales variaciones concomitantes que conducen del modelo “1 + 4” correspondiente al esquema unipolar, con EEUU como superpotencia dominante, seguido por una segunda línea compuesta por la Unión Europea, Rusia, China y Japón, al modelo “0 + 5” corresponde al sistema multipolar, donde ya no hay una superpotencia única, sino una línea de cinco grandes potencias dominantes.
En este período, los grandes poderes de Eurasia (China, India, UE y Rusia) reconfiguraban y adaptaban sus políticas incrementando su poder militar y promoviendo el crecimiento económico, las políticas aperturistas, la estabilidad monetaria y el libre comercio, con énfasis en los mercados globales.
La República Popular China (RPCh) emerge en el orden internacional como una de las principales potencias económicas del mundo articulando propositivamente una actualizada visión internacional, con centro de gravedad en una asertiva estrategia de desarrollo pacífico, materializada en el “sueño chino de rejuvenecimiento nacional”, que implica la restauración del estatus de la RPCh como una potencia global cooperativa y el desarrollo de una doctrina de seguridad “defensiva” con capacidad de proteger sus intereses nacionales.
Por otro lado, India inicia también una acelerada fase de transformación y crecimiento económico juntamente con un proceso de reestructuración de su instrumento militar, apoyado principalmente por Rusia y en menor medida por EEUU, acorde a las hipótesis de conflicto derivadas de diferendos jurisdiccionales enmarcados en causas nacionalistas y religiosas principalmente con Pakistán y la RPCh.
La acción militar de la OTAN contra Yugoslavia–Serbia (bajo el liderazgo de los EEUU) constituyó la primera manifestación geopolítica de la tendencia hacia un escenario de fragmentación
En este marco geopolítico, la Unión Europea y su alianza de seguridad regional liderada por los EEUU, expande sus fronteras hacia el antiguo espacio postsoviético duplicando su membresía (de 15 miembros en 1991 a 30 en 2022). Además, a partir de 1997, la OTAN inició un proceso de Modernización de su Instrumento Militar, incrementó sus defensas en el Mar Negro, cerca de Bulgaria y Rumania con la instalación de un escudo antimisiles y desarrolló un programa de misiles defensivos en Europa del Este. Estas acciones fueron consideradas por la administración del presidente Putin como un desafío estratégico inaceptable para la defensa nacional rusa.
Como consecuencia de ello, la Federación Rusa a partir del año 2000 incrementó progresivamente los presupuestos de defensa, reestructurando su poder militar y desarrollando la tecnología misilística más avanzada del mundo. La respuesta de la estrategia militar rusa a la lógica geopolítica de la Alianza Atlántica fue intervenir política y militarmente en los llamados «conflictos congelados» más allá de sus fronteras. Entre ellos se destacaron: el reconocimiento de Transnistria (región disidente de Moldavia), en 2008 la “Operación Convencional” en Georgia (en apoyo a Osetia del Sur y Abjasia), en 2014 Crimea (Ucrania) y el apoyo a las fuerzas prorrusas en Donetsk y Lugansk, las que finalmente fueron reconocidas por Moscú el 22 febrero y dos días después se dio inicio a la llamada “Operación militar especial”, actualmente en curso.
El nuevo paradigma emergente
La economía global que se estaba recuperando de la pandemia del COVID, está sufriendo hoy, producto de la invasión a Ucrania, una crisis humanitaria que está dejando millones de refugiados y de personas desplazadas, un shock “petrolero” y el aumento del costo de las materias primas, lo que provocará serios problemas para la seguridad alimentaria global y generará pérdidas y quiebras para las empresas vinculadas a esas áreas afectando también a los bancos y al sistema financiero. Estas son variables dependientes de una lógica contextual de cambio que permite vislumbrar un nuevo escenario estratégico global caracterizado secuencialmente por:
- Una profundización del proceso de desglobalización y la consolidación de los regionalismos. La ruptura de la cadena de suministros global como consecuencia de la pandemia mostró el agotamiento del paradigma mercadocéntrico de la globalización que según algunos analistas se inició luego del ataque terrorista de 11 de setiembre de 2001.
- La aceleración de procesos de relocalización de empresas (“reshoring”). La mayoría de las empresas con fabricación en países asiáticos, atraídas por los reducidos costes, comenzaron a mostrar grandes dificultades en la gestión y el control de la cadena de suministro, la contratación y el control de proveedores, optando por la relocalización de sus plantas productivas como respuesta a este cambio de tendencia a fin de tener una mayor rapidez de respuesta frente a la demanda de los consumidores. Otra consecuencia es el “decoupling”, esto es, el desacoplamiento entre los principales motores de la economía mundial. Esto se operativizó repatriando algunas de cadenas de producción de sectores estratégicos a Occidente y trasladando otras a áreas de influencia más cercanas para diversificar la cadena global de suministro y distribución y evitar una dependencia total de países asiáticos.
La República Popular China (RPCh) emerge en el orden internacional como una de las principales potencias económicas del mundo articulando propositivamente una actualizada visión internaciona
- Una disrupción de la curva de suministro energético (petróleo, gas) y la curva de velocidad de crecimiento de la economía global.
- Un escenario posterior al conflicto de una nueva guerra fría (con sus niveles de acción de la fuerza y proliferación de escenarios de guerras híbridas); en este contexto se enmarca el resurgimiento de la OTAN con una agenda diferente y un mayor compromiso con los gastos militares.
- Un escenario de inestabilidad de la disuasión nuclear con efectos de crisis económicas;
- Un riesgo de contagio regional con mecanismos de escalada (altamente crítico en los países Bálticos en torno a Kaliningrado, base de la principal flota rusa);
El impacto en las principales potencias y en América Latina
- Una profundización del pivote asiático de Rusia procurando incrementar sus intercambios estratégicos y comerciales con Asia, especialmente con los dos gigantes de la región, China e India, con casi 4 mil millones de habitantes, que requieren de materias primas, minerales e hidrocarburos para sostener el crecimiento de sus economías. La Federación Rusa podría continuar con sus movimientos agresivos en el antiguo espacio postsoviético utilizando una capacidad militar limitada o buscando la disuasión por medio de su fuerza nuclear estratégica. Su modesta economía estará aún más afectada y su proyección global será solo como potencia militar.
- La Unión Europea producto de la necesidad de buscar nuevos mercados, el aumento del gasto público y la contracción de su economía por la presión del conflicto podría enfrentar un incremento de las tensiones entre sus miembros.
- China enfrenta el crecimiento económico más bajo en 30 años, con una disminución de sus exportaciones que ponen bajo presión al sistema financiero. No obstante, su lógica geoestratégica que se materializa en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) tiene un doble potencial; para los países que la integran, satisfacer las necesidades, impulsar su desarrollo y estimular el crecimiento económico de los mismos, creando un patrón de relacionamiento político que promueva la confianza mutua y reglas de juego económicas que aseguren la cooperación y el beneficio mutuo ; y para China, conectar las prósperas ciudades costeras con el interior menos desarrollado, buscar mercados para absorber su producción y asegurar una fuente constante de insumos para su sector manufacturero. La RPCh consolidará su posición como potencia global.
- Estados Unidos sigue siendo la potencia hegemónica global a pesar de los problemas internos y la presión económica producto de la inflación y la prospectada recesión para el año 2023. Si bien la invasión rusa desató un escenario de incertidumbre en la economía mundial, la reacción en los mercados fue el llamado “fly to quality” (vuelo hacia la calidad) y los inversores llevaron sus activos de mayor volatilidad a instrumentos considerados más seguros. La consecuencia de ello fue el fortalecimiento del dólar frente a la mayoría de las monedas del mundo. Por ello, al menos en el corto plazo, EEUU tendría menos probabilidades de establecer un cambio en su estrategia nacional.
- América Latina, dada su posición geográfica (cercana a EEUU y la UE) y su mano de obra competitiva puede tener una ventana de oportunidades en el proceso de relocalización global de las empresas (“reshoring”) descripto anteriormente.
El análisis del paradigma emergente, con sus variables ideológico-políticas, económicas y geoestratégicas correspondientes, aplicado al sistema mundial actual y a su trayectoria permite prospectar escenarios regionales con fracturas culturales y económicas profundas, con riesgo potencial de conflicto. La estructura de equilibrio de poder en el sistema internacional está condicionada por la naturaleza de las relaciones entre las grandes potencias y los países emergentes.
Esta relación axial es la que configura la geopolítica del sistema mundial emergente, cuya primera manifestación fue la tendencia hacia un escenario de fragmentación caracterizado por desestabilizaciones sociopolíticas, colapsos de institucionalidad democrática, distintas formas de conflicto interno e interestatal, con empleo de nuevas tecnologías y transformadas formas de hacer la guerra que incluyen amenazas de empleo de armas de destrucción masiva o medios convencionales de alta letalidad. Ello revierte el curso de la globalización con un retroceso del paradigma económico neoliberal y un avance de posiciones neokeynesianas con rasgos de nacionalismo o regionalismo proteccionista.
Es Doctor en Relaciones Internacionales (Universidad del Salvador, Argentina), Master of Strategic Studies and Defense (China's National Defense University) y Master en Planeamiento Estratégico y Dirección por Objetivos del Instituto Internacional de Estudios Globales para el Desarrollo Humano (España). Asimismo, tiene un tercer Master of Strategic Studies (US National Defense University, Estados Unidos) y es Lic. en Estrategia y Organización del Instituto de Estudios Superiores del Ejército argentino. Asimismo, es miembro del Consejo Asesor Académico de la Facultad del Ejército, es profesor en el doctorado en Defensa de dicha entidad, profesor invitado en la Universidad de Cuyo y de la Universidad Católica de Córdoba, e integra el Consejo Asesor de la Fundación CIEPEI (Centro de Investigación en Estudios Políticos Económicos e Internacionales).