
Nunca imaginé escribir un relato de un viaje de estas características ¿Qué chances tenía de viajar por segunda vez a India para subirme a uno de los trenes de lujo más importantes del país? La verdad, no muchas. Pero sucedió. En enero de 2018 me enteré que había ganado un concurso auspiciado por el Ministerio de Turismo de India y que sería una de las 60 personas de todas partes del mundo en viajar a bordo del Golden Chariot, un tren de lujo que recorre el sur de India.
El inicio de la travesía
Partimos de Bangalore, ciudad conocida como la Silicon Valley de India, y recorrimos Mysore, Kabini, Hassan, Hospet, Hampi, Badami y Goa. Las largas distancias de India y el caos reinante en el tráfico hacen del ferrocarril la mejor opción de viaje terrestre.
El Golden Chariot Train, cuyo nombre remite a uno de los monumentos en piedra más importantes de Hampi, tiene una decoración clásica pero muy cómoda para lo que significa viajar en tren durante 7 días.

La anchura de un tren es limitada, pero dentro de ese espacio encontré dispuestas dos camas, una mesa de luz, un baño y un pequeño armario, además del pasillo de circulación. Yo dormí sola en mi camarote, porque el que tomé era el último viaje de la temporada y había poca gente a bordo. Eso hizo que el viaje fuera mucho más cómodo de lo que me había imaginado.

Las sensaciones que surgen a bordo
Decir que fue una experiencia increíble es quedarme corta. Fue como ser parte de una de esas historias que suceden en los trenes de época, donde los tiempos eran otros, donde en los pasillos de los coches sucedían cosas y se escuchaban pasos, donde el mundo podía caber en la ventana del camarote.
Esa era la magia que se respiraba a bordo. Y recorrer un país en tren fue algo nuevo para mi en todo sentido. Mi mente viajó a la misma velocidad que mi cuerpo y cada momento, cada situación era atravesada por el territorio y su gente.
A esa escenografía digna de una obra de teatro se le sumaba el servicio y la atención al detalle de cada uno de los empleados. Está claro que no soy una persona que esté acostumbrada a ese nivel de servicio a todo momento, pero debo confesar que me ayudó a poner mi mente en blanco, percibir y escribir sobre la experiencia. No tenía nada, absolutamente nada de qué preocuparme. Los días se presentaban intensos y simples a la vez.
El tren y su cronograma
Amanecía temprano, siempre cerca de las 7 de la mañana. Los horarios quedaban claros desde la noche anterior, cuando se realizaba un último anuncio colectivo por los parlantes del tren, informando las actividades a realizar y la hora del desayuno.
Despertar era un verdadero placer para mí porque dormía con las cortinas del camarote abiertas y eso me permitía despertar con las primeras luces del día.
Sentía que no podía perder la preciada oportunidad de ver la vida al costado de las vías, de observar los pueblitos por donde íbamos pasando. Necesitaba llevar esas postales conmigo siempre.

Antes de cambiarme, leía una especie de cartilla donde se indicaban las actividades a realizar y el código de vestimenta. Esta cartilla la dejaban todas las noches al pie de la cama. De esta manera resultaba fácil poder organizarse al día siguiente. Una vez lista, emprendía la caminata por los vagones hasta llegar al coche restaurante.
Caminar esos pasillos angostos con el tren en movimiento era como viajar unos 80 años en el tiempo.
Y no es que sea exagerada, es que soy una persona nostálgica, incluso de aquello que no viví. La sensación de ir de coche en coche, sujetándose de las paredes laterales para no perder el equilibrio me fascinaba.
El viaje parecía un sueño
El ruido del andar del tren y la bocina eran parte de todo aquello que relato. No molestaba, al contrario. Era lo que toda persona ansiaba escuchar. Esos sonidos remiten a tantas cosas, a todo lo simbólico que se esconde detrás del tren.
Y esta, tal vez, era una percepción muy mía porque, para mí, un tren de larga distancia, con camarote, circulando a alta velocidad por las vías, era algo así como un sueño.
Y en los sueños o en el imaginario (que es casi lo mismo), los trenes llevan esos sonidos de una estación a otra.
El servicio
Cuatro coches me separaban del coche comedor donde se servían el desayuno y el resto de las comidas. Por lo general, las mesas estaban libres y podía elegir donde sentarme, siempre del lado de la ventana, por supuesto.

Todos los días cambiaba el menú del desayuno, ofreciendo una propuesta continental, una india, una vegetariana y una no vegetariana. Entre las propuestas había platos de quesos, opciones con huevo, tostadas, y variedades de la cocina del sur de India.
Yo me inclinaba por lo tradicional pero el “Indian Coffee” era infaltable. Mi postura conservadora respecto a la comida no lo convencía al Chef, quien siempre me invitaba a probar algo típico y una de sus especialidades.
Eso me pareció un detalle que no quisiera pasar por alto. Todos, pero todos los que trabajan en el Golden Chariot son observadores. Todos sabían, al segundo día de viaje, mis preferencias. Lo hacen porque es parte del estándar del servicio, pero, por sobre todas las cosas, lo hacen porque se sienten orgullosos de su gastronomía.

La experiencia en las estaciones
Luego del desayuno, no quedaba más que agarrar las pertenencias personales y prepararse para dejar el tren por unas horas. El punto de encuentro era la plataforma de la estación donde nos deteníamos.
Si bien estábamos poco tiempo en cada estación, todos aprovechamos para sacar fotos, para conectar un poco con la realidad por fuera del tren. Las estaciones no me parecieron muy caóticas. Algunas estaban muy bien decoradas, otras no decían mucho, pero todas tenían vida y movimiento.
Todas las estaciones reflejan el legado inglés, el cual esta presente en el sistema ferroviario del país.
Cuando dejábamos la estación, nos subíamos al micro y comenzábamos las actividades programadas. Mientras eso ocurría, el Golden Chariot permanecía en las vías de paso o intermedias hasta las primeras horas de la tarde noche.

Visitando monumentos históricos y religiosos
En el bus nos recibía un guía local, quien nos iba contando sobre la ciudad, los sitios que visitaríamos ese día y algunos datos de color. Ellos acompañaban y ordenaban siempre el recorrido y eran verdaderos profesionales, conocedores de la historia, cultura y religión del sur del país.

Todos los días visitábamos atractivos y sitios patrimoniales de jerarquía. El itinerario que acompaña el viaje en tren es variado: se visitan áreas naturales, palacios, templos, plantaciones de café y playas.

Si bien había leído sobre muchos de estos lugares en la universidad, nada se compara a verlos, a comprender su relevancia cultural e histórica, no sólo para India sino para el mundo. Culturas milenarias, creencias y miradas tan distintas a las nuestras…
Al final del día regresábamos al tren y eso también me deslumbraba. A bordo del Golden Chariot las distancias eran un poco más reales, más terrenales. Viajar en tren me permitió sentir el desplazamiento de otra manera. La mente asimila el movimiento, el recorrido, las partidas y las llegadas. India es un país que demanda tiempo y observación, y eso es algo que solo el ferrocarril puede darte.
Es docente adjunta e investigadora en la Universidad Nacional de Avellaneda, Argentina.
Anteriormente, se ha desempeñado como consultora especializa en diversos proyectos, orientados particularmente a la planificación y desarrollo estratégico de destinos y productos turísticos, para organizaciones públicas y privadas a nivel nacional e internacional. Ha participado como voluntaria en proyectos de Cooperación Sur-Sur a cargo de la Dirección General de Cooperación Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Argentina. Ha sido profesora de prestigiosas casas de estudio, como la Universidad de Palermo, la Universidad de Belgrano, la Universidad Autónoma de Chiapas (México), y la Universidad Gerardo Barrios (El Salvador), entre otras. Es también Tutora del Campus Yverá Mintur, a cargo del Ministerio de Turismo de la Nación de Argentina. Participó, como autora invitada, en los libros “Handbook of Entrepreneurship in Tourism, Travel and Hospitality” (2018) y “Collaboration in Tourism Businesses and Destinations, A Handbook” (2015). Fue becada por el Gobierno de la India para realizar el curso “Development Partnership: Learning South-South Cooperation” (Programa ITEC 2015), y ha sido becada en dos oportunidades por la República Popular China para participar del “2018 Seminario para países hispanohablantes sobre gestión turística” que tuvo lugar en Haikou, China, en septiembre del 2018 y la “2° Edición del curso sobre gestión turística para hispanoparlantes 2021” en su edición online. En la actualidad es becaria de la Fundación Funiber y la Universidad Europea del Atlántico y se encuentra cursando el "Master en Diseño, Gestión y Dirección de Proyectos de Cooperación Internacional”.