
Hoy viernes 6 de agosto conmemoramos el 76º aniversario de la explosión atómica de Hiroshima. Un día como hoy, pero del año 1945, caía sobre esta ciudad la primera bomba atómica lanzada sobre Japón, que costaría la vida de más de 100.000 personas. Pero no es función de este artículo relatar los acontecimientos de ese día, sino las vivencias de lo que significa visitar Hiroshima en la actualidad.
Postales de la Hiroshima actual
La actual Hiroshima en nada se parece al páramo dejado por la bomba “Little Boy” aquella mañana. Hoy nos encontraremos con una ciudad pujante llena de vida, modernos edificios, gran variedad de comercios y una oferta gastronómica única en el país.

Modernos trenes y antiguos tranvías surcan sus calles prolijas y limpias como las de todo Japón. Su gente es amable y atenta, siempre presta a asistir a los miles de turistas que llegan a la ciudad buscando conocer su trágico pasado.

Durante mi visita a Hiroshima me aloje a escasas 3 cuadras del Parque de la Paz, que es donde se encuentran concentrados todos los recuerdos de aquel día. Este lugar se puede recorrer tranquilamente en medio día. Para ingresar en la zona cero se cruzan unos puentes que nos permiten llegar al parque en cuestión.
AQUÍ EL CLIMA DE LA CIUDAD CAMBIA POR COMPLETO. ES COMO SI EL DOLOR SE HUBIERA ADUEÑADO DE ESTA PORCIÓN DE LA CIUDAD PARA NO IRSE NUNCA MÁS.
Hay un ambiente de angustia y de oscuridad que se respira, aunque el cielo tenga los más bellos colores de un día soleado.
Diversas figuras escultóricas nos anuncian que todo lo que verán nuestros ojos a partir de ahora no será agradable de recordar. Aunque sentimos que es nuestro deber conocer lo que pasó en honor a las víctimas de semejante tragedia.

Percepciones del Museo Memorial de la Paz de Hiroshima
Lo primero que encuentro al entrar al Parque de La Paz es el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima. Un moderno edificio con grandes ventanales que permiten la entrada de la luz solar antes de adentrarnos en sus pasillos, donde la penumbra comenzará a ganar su lugar.

Inicialmente, veremos como era la ciudad antes de la explosión, para luego pasar a las salas contiguas y descubrir todo el horror y el espanto de primera mano. El museo le da identidad a cada víctima a través de sus imágenes y las pertenencias que quedaron de aquel día.
Lo más duro de ver son las ropas hechas jirones de niños que en cuestión de segundos se convirtieron en sombras dibujadas sobre una pared.
Otros monumentos en los alrededores
Al salir del museo nos encontramos con el Monumento Memorial a las Víctimas, que incluye un cenotafio con el nombre de todos y cada uno de los que perdieron la vida ese día y durante los años posteriores a causa de la radiación.

Más hacia el noroeste del Parque está el monumento a la pequeña Sadako Sasaki y a su historia de las mil grullas. En ella se representa a todos los niños que murieron aquel día. Dentro del monumento con forma de cúpula hay una campana con forma de grulla, que se hace sonar en su memoria.

Finalmente, y del otro lado del río, visitaremos el Gembaku Domo. Es la única edificación que quedó en pie dentro del epicentro. El moderno edificio funcionaba como el Salón para la Promoción Industrial. Su característica cúpula, junto a las paredes que resistieron la onda expansiva, han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad, como mudo testigo de la locura irrefrenable del hombre…

Aquellos interesados en saber más sobre mi viaje a Japón, pueden seguirme en mis redes sociales, listadas abajo.
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Gracias por leer y hasta la próxima semana.