La mayoría de los países de Latinoamérica son muy dependientes del precio de los commodities pero aquello no es el único factor que influye en la estabilidad de su economía.
Piensen en un caso como el de Argentina en donde las palabras de un presidente electo o el accionar de la oposición pueden disparar una corrida cambiaria o influir en si el sector rural decide si vender o stockear las cosechas. Bueno, ahora agreguen a la ecuación problemas étnicos, territorios que se quieren independizar, y sectores religiosos capaces de movilizar a buena parte de la población hasta desbancar a un gobernador. Terrible ¿verdad?
Bueno, resulta que hay países donde la rosca política no es un condicionante importante para el devenir económico. Indonesia, el gigante del sudeste asiático, es un claro ejemplo de ello.
Desde la finalización en 1998 de la dictadura de Suharto, también conocida como Orde Baru (Nuevo Orden), se ha llevado a cabo una transición tutelada hacia un régimen democrático el cual tuvo su cierre en las elecciones de 2014. Ahora bien, el que haya habido una transición no implica que la cuestión política haya estado exenta de momentos de tensión.
La culminación del régimen de Suharto dio luz verde a fuerzas políticas subyacentes, las cuales aprovecharon la supuesta debilidad de los sucesivos gobiernos electos, para tratar de imponer su agenda, en este lapso temporal estalla una guerra civil en el norte del país, Sumatra, más precisamente en la región de Aceh, que no solo es una zona petrolera sino que también es la zona costera del famoso y estratégico Estrecho de Malaca en el cual circula el 30% del tráfico marítimo mundial.
Dicho conflicto no se enfrió hasta que la guerrilla se vio debilitada a causa del tsunami de 2004. Sectores islámicos radicalizados perpetraron, y aun perpetran, atentados terroristas; también ha habido ataques de sectores cristianos a la comunidad islámica en algunas regiones del país.
Se potenciaron también los movimientos independentistas en la Isla de Papua, zona donde se encuentra una de las minas de cobre más grandes del mundo y grandes plantaciones de palma para la producción de biodiesel. Dicho conflicto aún está abierto y a menudo con casos de violencia.
Pero la cuestión regionalista no es lo único que tensa la política allí. Indonesia es el país islámico más poblado del mundo, el islam es un factor tan importante en la agenda pública como lo son los valores cristianos en muchos países de Sudamérica, puede que incluso más puesto que cuentan con un ministerio dedicado a los asuntos religiosos y, además, varios partidos políticos tienen como ítem en sus plataformas el respeto a los valores del islam. Vale aclarar que está muy lejos de ser una teocracia como vemos en Irán o Brunei.
En Indonesia puede ocurrir tranquilamente que un cristiano llegue a gobernador de la ciudad más poblada del país, Yakarta, que además es la capital. Pero lo cierto es que tampoco es una panacea de la tolerancia interreligiosa. Los clérigos tienen mucho peso y el país tiene un andamiaje judicial que le da a dichos sectores la capacidad de silenciar voces críticas: la ley contra la blasfemia que castiga toda “ofensa contra el islam”.
En 2016 se acusó al gobernador de Yakarta –que además es cristiano– de ofender al islam, se produjeron fuertes protestas que culminaron con su expulsión y enjuiciamiento. Hay que mencionar, para que se pueda contemplar el impacto político que aquello conllevó, que dicho gobernador era del mismo partido que el entonces y actual presidente Joko Widodo (Jokowi).
Pero la cuestión política no se agota en lo religioso. Los cuadros políticos del viejo régimen también se volcaron al juego político uniéndose o creando nuevos partidos políticos, aunque parte de la burocracia estatal del Orde Baru aún permanece casi intacta. Esto último es posiblemente una de las razones por la cual el actual presidente Jokowi haya tenido que nombrar a su principal competidor, Prabowo Subianto –el yerno de Suharto–, como ministro de defensa.
¿Se imaginan a Alberto Fernández poniendo a Mauricio Macri como ministro de economía o a Bolsonaro poniendo a Haddad o el mismo Lula?
La gobernabilidad tiene su precio en Indonesia, y las consecuencias de acordar con el opositor del sector más conservador es que los sectores reformistas que le dieron el voto a Jokowi quedan disconformes con él. Si bien, tras la victoria electoral en 2019, y su sucesivo acuerdo con los rivales, le garantizarían a Jokowi otros 5 años más de mandato presidencial, lo cierto es que el apoyo popular al presidente podría haberse mermado en los últimos meses. La causa de dicha disconformidad, además de dicho giro conservador, es la aprobación de la llamada ley ómnibus, a fines del año pasado, la cual flexibiliza el mercado laboral, reduce de la burocracia, simplifica la adquisición de tierras por parte de empresas extranjeras, etc.
Dicha ley, como toda ley que implique la desregulación del mercado y flexibilización laboral, fue muy resistida por sectores de izquierda y movilizaron enormes protestas. ¿Será que realmente se debilite la gestión de Jokowi o solo se traslada el apoyo de un target a otro? Lo cierto es que la ley tuvo mucha aprobación por parte de los sectores pro mercado y aseguran que estas medidas podrán suplir los efectos económicos de la pandemia.
Quedémonos en lo económico. En este artículo enumeramos vagamente una serie de cuestiones políticas las cuales, de ocurrir en algunos países latinoamericanos, alcanzaría para hacer saltar la economía por los aires. Pero si vemos los indicadores económicos del país, según el Banco Mundial, desde 1998 hasta hoy veremos que el crecimiento del PBI tiende a mantenerse estable si lo comparamos con otros países de nuestra región. Son los factores externos, como la crisis del 2008, o los naturales (mucho volcán activo y mucho tsunami) los que afectan el crecimiento económico.
Otro factor que puede alterarlo es el boicot europeo, por razones medioambientales, al biodiesel producido con aceite de palma. Nota al pie, el atender este asunto del biodiesel fue uno de los principales puntos (este y la situación en Myanmar) de la reunión que tuvo este año Jokowi con su par malayo en la primera reunión cumbre que se tuvo desde el cierre de fronteras por la pandemia.
Para cerrar, en Indonesia son conscientes del potencial económico del país por su recurso humano y por su posición geográfica estratégica. No es de extrañar que uno de los ejes del primer gobierno del actual presidente sea el repotenciar las capacidades marítimas del país, tanto en lo militar como en lo civil.
El crecimiento económico viene acompañado de un verdadero crecimiento de la clase media. No es de extrañar que este leviatán del indo-pacífico se convierta cada vez más en un mercado atractivo, puesto que la discusión política no va sobre qué modelo de país quieren de aquí al futuro sino en cómo lograrlo… el resto de la rosca política no afecta de forma significativa al devenir económico.
Graduado en Ciencia Política en la UBA, República Argentina. Miembro del Grupo de Estudios del Asia América Latina (GESAAL).